Un grupo de 13 bailarines del último curso de grado medio de contemporáneo junto con el concepto de Pedro Berdäyes nos presentaron una performance e improvisión. Dirigida a través de diferentes cuadros o escenas, una improvisación estructurada donde los bailarines se desenvolvían con limpieza técnica.
Destacaríamos que los bailarines con patrones de movimientos investigaron su propio sentir, algo que no es habitual. Todo ello gracias el porcentaje de riesgo asumido ya que se pudo desvelar la singularidad de cada uno de ellos.
Esta propuesta donde la improvisación esta guiada desde determinadas pautas limita la búsqueda de aquel instante que cuando se reconoce uno se crea la necesidad de improvisar. Y es que como público y también como artista escénico hemos de posicionarnos ante una manera de mirar - de estar. Asumir el riego tanto del espectador como del artista es un compromiso que se forja con la tiempo o estados concretos de la persona. La creación o composición a tiempo real apunta en esta vertiente pero con diferentes tendencias.
Hay muchas maneras de investigar con la improvisación y la que vimos el 10 de junio fue una de ellas, un trabajo en proceso con lenguajes e ideas particulares para concretar si fuera ese el deseo.
Duró una hora y cuarenta minutos lo que provocó quizás saturación, pero los bailarines tenían tanta fuerza y se estaban entregando tanto que merecía la pena estar ahí.
Cuerpo y alma se mueven al compás de necesidades que con suerte sorprenden al propio cuerpo y se instalan en el instante.
Propongo repensar la improvisación y no dejarla en una mera palabra con significados ya conocidos, encontrar su nuevo significado con el absoluto riesgo que ello plantearía, ya que hablamos del aquí y ahora una consciencia nada fácil que está en continuo cambio y sin directriz. Una responsabilidad de aquel que en escena presenta su intimidad.
Fotos: Miguel Angel García