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viernes, 24 de junio de 2011

Anunciación: Texto crítico y fotos


Anunciación.
20 de mayo del 2011 Masuno en Escena

Esta noche Jesús Rubio nos invitó a compartir la construcción de un rito. Sembró el suspense ofreciendo a varios de los asistentes un cuenco recubierto con papel Albal que solo podría abrirse cuando el autor lo permitiera. Micrófono en mano, Jesús , anunciaba el primer movimiento : “la estructura”.

Alba Lorca y Carlos Martín, con gran cuidado, comenzaron a diseñar con sus cuerpos las líneas maestras que sostenían la estructura , empleando para ello un lenguaje depurado, lineal y minimalista. Conquistaban la verticalidad a base de arriesgar una y otra vez su equilibrio en un tempo extremadamente ralentizado. Sus pasos intentaban anclarse con firmeza, como un tiento al vacío de la nave. La fabrica con sus paredes desconchadas y su techumbre a la vista, enmarcaba la cadencia del esfuerzo que Alba y Carlos aplicaban a cada paso y frente al hermetismo de sus rostros, se nos mostraba casi orgánica. Este tempo tan lento invitaba a subrayar los detalles - un pie que se arrastra, un dedo que apunta- como una manera de capturar algo de humanidad en estas figuras casi abstractas. Mientras tanto en el texto que Jesús superponía a la coreografía se iba cociendo el conflicto ético : su idea de civilización ¿era un guiño al mundo de “1984 “o un canto a la belleza hiper-dirigida y uniformada? Difícil saberlo.

Tras esta primera parte se presenta “el detalle”. El aliento se vuelve aquí protagonista. Los dos intérpretes juegan con el aire que antes los separaba del espectador. Deciden alargar su exhalación para enfatizar el peso de sus cuerpos, o acortarla para sorprenderse a medio camino entre dos gestos. La estructura por fin respira, esta habitada.


En la última escena se rompe el discurso y se enciende una radio. Los dos intérpretes, como en un Manet contemporáneo “almuerzan sobre el asfalto”. Con la misma cadencia se desvisten, solos, y decoran el cuerpo del otro con papel Albal. Son artesanos cincelándose como iconos a la vista del espectador. Su rigidez y frontalidad contrasta ahora con una emotividad a flor de piel. Vemos como tratan de acercarse , de confluir, de tocarse, pero unas mamparas de cristal les cubren la cabeza y lo hacen imposible. Ellos eligen reírse de sus torpezas. Por eso nos conquistan.

Ya estamos listos, ya podemos abrir los cuencos, batir las claras y derramarlas luego sobre sus cuerpos. Ya casi los adoramos.

Fotos: Eva Guillamón
Texto: Maite Larrañeta