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domingo, 31 de octubre de 2010

Masuno en la Tabacalera. 29 octubre 2010


Lluvia, goteras, fregonas, cubos que vienen y van. Un suspense de casi tres horas, ¿que pasará?, pues no se sabía si la lluvia pararía…

Se toma la decisión de actuar con las goteras y utilizar los cestos que están evitando que haya una piscina, no queda otra opción, se incluye en la propuesta. Pudo ser una catástrofe pero “Omos uno” actúa con total naturalidad, la improvisación sigue su curso.

La templanza del comienzo desvela sinceridad. Las ideas surgían de movimiento limpios y técnicos, donde la inercia del bailarín jugaba en su contra, pero no duro mucho. Tras este breve calentamiento empezaron a surgir los momentos mágicos. Pudimos sentir, percibir y abrazar instantes que nos llevaron a otros mundos. El cuerpo hablaba con un nuevo lenguaje para el improvisador, la sorpresa de este frente a él, es una de las razones de la improvisación. Riesgo, sinceridad, generosidad y apertura, gracias.

La música desde una línea melódica aseguraba un refugio frente a posibles riesgos. Eran músicos con una gran escucha frente a la danza que se agradeció enormemente.

La metamorfosis de los improvisador y su despertar con el instante fue tejiendo las piezas. Cabe destacar el final donde Frances se encontró ante un solo cedido por el grupo, con el que jugó y encontró un material que nos hizo disfrutar de su humor y presencia.

Agradecemos a Omos uno su trabajo y compromiso con la danza y especialmente a Cristiane como impulsora.

martes, 26 de octubre de 2010

Masuno en la Tabacalera. 15 octubre 2010



UN CONCIERTO DE CUMPLEAÑOS

Era asombroso que, en la esquina oscura del jardín, pasada la tela negra y la lamparilla, había en la sala tanto silencio. Porque toda la Antigua Tabacalera estaba llena de feria, gentes variadas, en lugares diversos, con músicas y actividades dispares, y barbacoas y banderines, pintadas por todas partes y mucho tráfico. He dicho sala. Gran sala de conciertos, diríase. Pues era un venerable monumento al trabajo y la explotación, a punto ya de perderse y de remodelarse. Un hangar de altos techos y algún resto de grúa, unos trapecios recogidos, unas paredes de bellísimos desconchones y un público absorto a unos sonidos delicadísimos, detallados, conversando en susurros sus timbres contrastados y proyectando unos inmensos espacios de desiertos y ciudades en niebla y países… y… cada cual con sus visiones y audiciones.

Wade al centro, al ordenador, en charla sonora con Luis Tabuenca, percutiendo. Después de varios intercambios y un abrazo, todo sonoro, el saxo de Artur Vidal. Recuerdo sus mágicos agudos dulces y larguísimos, expresivos. La concepción del concierto siguió así. El anfitrión y reciente cumplidor de años siguió en el centro, y sus amigos fueron pasando. Julio Camarena (guitarra preparada) le acompañó dando sonido a unas transparencias que Adam Lubroth proyectaba y hacía danzar, con pulso de cameraman de colores y siluetas.

Después de una pausa que animó y regaló, comiendo y bebiendo, Mari Cruz Planchuelo, bailando la música de Alessandra Rombolá, con sus flautas y losetas y cosillas, conchas, arenas… y de Wade, fue un goce de imaginación, flexibilidad y recursos expresivos. Hubo argumentos, articulaciones y alegría.
De cuando en cuando, ladraba el perro.

Y un último acto: uno a uno, cada uno un rato, fueron pasando, empezando por Ken Slaven, con su violín e instrumentos exóticos brasileños, con sabor, ritmo y presencia escénica. Todos los demás, se fueron añadiendo, en una final que tuvo alguna cima, un tutti, como no había habido en toda la tarde, y varios silencios, luego, a punto de convocar el fin y los aplausos, que no, pues eran seguidos por más conversación, “ha pasado un ángel”, se dice entonces, y otra vez… hasta el final. Me pareció, que en el numeroso público había en todo momento un gran bienestar. Circulaba.
Fernando Carbonell